Capítulo 1: SALUMBRINO DE FORLÍ

 


                                                                                     
Agustín Salumbrino
Agustín Salumbrino fundador de la Botica de la Compañía de Jesús en Lima, en la actual parroquia de San Pedro.
Cuadro de Seferino Quisca Astocahuana.  
               
                                                            
            

“Se salvará la condesa, excelentísimo señor- contestó una voz en la puerta de la habitación”  Los Polvos de la Condesa, tradición de Ricardo Palma  

                                          

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La hagiografía del hermano Agustín Salumbrino fue editada en Madrid en 1666 por el sacerdote jesuita Alonso de Andrade en el Tomo V de Varones Ilustres en Santidad y Cielo de las Almas (páginas 612-628) iniciada por Iván Eusebio Nieremberg. 

El manuscrito provino del Colegio Máximo de San Pablo de la Compañía de Jesús en la ciudad de Lima, actualmente parroquia de San Pedro en el Jirón Azángaro. Fue enviado al  padre Andrade en la segunda mitad del siglo XVII; contenía doce capítulos y estaba dedicado al padre Antonio Vázquez, Provincial del Perú de la Compañía de Jesús en el oficio hasta el año 1656. No sabemos si lo publicado es toda la obra o un texto abreviado. En cualquier caso se editó en solo seis capítulos. 

El libro fue difundido dos décadas después de la muerte del hermano Salumbrino. Esto ocurrió apenas tres años después de que se diera a conocer la obra de el médico genovés Sebastián Bado Anastasis corticis peruviae, seu chinae chinae defensio (Resurrección de la Corteza del Perú o defensa de la Quina Quina) que narra la historia de la Condesa de Chinchón, la malaria que sufrió y de  su curación con los polvos de la corteza del árbol de la quina.

La vida de Agustín Salumbrino siguió difundiéndose  a través de los Menologios o Elogios de la Compañía de Jesús en España, Italia, Francia, México y otros países. Sin embargo estos son solo resúmenes del primer ejemplar. El libro del padre Aloysius Carnoli, que escribía bajo el seudónimo de Vigilio Nolarci (Bally), de 1687 se circunscribe a las visiones de la Virgen que experimentó Agustín Salumbrino; el padre Francisco Xavier Fluvia en su obra sobre San Ignacio publicado en 1753 trata de lo mismo.  

   
El editor declara que el libro fue escrito por un padre de la Compañía de Jesús que conoció a Agustín Salumbrino durante muchos años en el Colegio de San Pablo. Lamenta que el autor no haya puesto su nombre. En palabras del padre Andrade:


“Escriben de este santo hermano las Anuas de su Provincia y más largamente un religioso en un libro de doce capítulos, dedicado a su provincial,  en aquella sazón el padre Antonio Vásquez, aunque él calla el suyo, fuera mejor ponerle para autorizar la obra y mayor crédito del santo hermano, cuyo nombre está escrito en el libro de la vida con los predestinados en el cielo, adonde vivirá en eterna bienaventuranza por todos los siglos de los siglos, Amen.”                                  

El primer bosquejo del libro debió ser una carta de edificación redactada por el padre Antonio Vázquez, nacido en Madrid, cuando era rector del Colegio de San Pablo en 1642 a poco de morir Agustín Salumbrino. Como superior de la casa le correspondía comunicar su muerte a los demás jesuitas de la Provincia del Perú destacando su obra y virtudes en la manera en que se escribía la vida de los santos. El autor del libro se lo dedicó al padre Vázquez aunque bien podría pensarse que éste último fue el artífice del libro. Torres Saldamando consigna que Vázquez fue conocido por su talento en escribir Cartas de edificación, por lo menos sabía de ocho de ellas.  

El padre Antonio Vázquez conoció a Agustín Salumbrino desde que llegó a Lima a fines de 1604. El hermano Salumbrino tenía cuarenta años de edad en tanto que Vázquez era un joven jesuita de veintiséis. Vivió con él en el Colegio de San Pablo y lo acompañó hasta su deceso. En muchas ocasiones fue su confesor por tanto debió conocerlo íntimamente. Esto explica la  cantidad de información sobre la vida de Agustín Salumbrino que contiene el texto.

Lo cierto es que quien escribió el libro se quiso mantener en el anonimato. Las razones pueden ser varias. El jesuita P. José Eugenio de Uriarte que ha estudiado en extenso el recurso a mantener el secreto en las obras de miembros de la Compañía de Jesús da varias de ellas: por humildad o deferencia, por precaución o reserva, quizás por ocultarse de los aplausos o de las venganzas de los contemporáneos del autor o por razones políticas que podrían complicar a la orden. 




San Ignacio curando a los enfermos
Cuadro en Templo de la  Compañía de Jesus en Cusco

Como toda narración de la vida de un santo la obra es también una suerte de epopeya en la que participan seres inmateriales en acontecimientos humanos de trascendencia. La Virgen María que se le aparecía a menudo es el principal arquetipo cristiano que interviene en los sucesos. Otro es su Ángel de la Guarda el compañero que lo favorecía con frecuencia. Sabemos por el testimonio de la madre de Santa Rosa en el proceso de canonización de su hija que un Ángel de la Guarda podía comunicarse con el Ángel de otra persona para pedir de ella algún favor que luego se cumplía (Hart). Asimismo se da cuenta de conversaciones que tenía con el espíritu de San Felipe Neri a quien conoció en vida.  Todo esto no es de extrañar, la Iglesia Católica está conformada por dos partes la celestial y la peregrina o terrenal, dos mundos paralelos que sin embargo se comunican.

 

Los diablos se entremeten también en la trama, según el hagiógrafo. A uno de los principales Salumbrino lo llamaba Chapín. Con ese nombre se conocía un calzado femenino de suelo de corcho forrado de cordobán. Santa Rosa de Lima, contemporánea, vecina de la Botica y de Salumbrino llamaba al suyo patón tiñoso (Hart). El estar ambos referidos al pie no extraña. Virgilio F. Cabanillas nos informa que en el bestiario cristiano más importante conocido como El Fisiólogo (escrito entre el siglo II y IV) el diablo encarnado en la zorra simula estar muerta con los ojos abiertos y las patas en alto tentando a las aves para que vengan a comérsela. Estas seducidas bajan y son atrapadas por las patas de la zorra que las devora. En el caso de Salumbrino así como el personaje que lo salva y guía fue la Virgen, figura femenina, los diablos que lo atormentaban, al menos los que aparecen en la obra, también tenían figura de mujer. La explicación podría encontrarse en la misma hagiografía, cuando el autor describe lo que motivó a Salumbrino a hacerse religioso: Y conociendo por experiencia su fragilidad e inconstancia se resolvió pisar cuanto adora y buscar los bienes eternos... La estrecha relación  de este calzado con los encantos femeninos la encontramos en el vals Fina Estampa de Chabuca Granda:

Veredita que se arrulla con tafetanes bordados

Tacón de chapín de seda

y fustes almidonados. 

                                                                                

No obstante la importante información que proporciona el autor sobre la vida de Agustín Salumbrino por haberlo tratado tantos años, el libro tiene sus limitaciones. El propósito del hagiógrafo es el  presentar al personaje principal como modelo de edificación para los religiosos y fieles sacrificando a veces la objetividad de los acontecimientos u ocultándolos deliberadamente. 

 

Nosotros procuraremos acercarnos a la vida y obra de Agustín Salumbrino filtrando y complementando la información con las otras fuentes que se citan en cada Capítulo. Con este fin examinaremos los sucesos, algunos imprevistos, que fueron concadenándose hacia el encuentro de la cura de la malaria así como a la fundación de la Botica de la Compañía de Jesús en la ciudad de Lima a través de la cual se hicieron las primeras remesas clandestinas o por lo menos con gran secretismo a Europa de los trociscos o polvos de la corteza del árbol de la quina. Como sabemos, este acontecimiento cambiaría de manera significativa la historia de los seres humanos.  

                                        

                                         

 -2-    

El libro informa que Agustín Salumbrino nació en 1564 en la Villa fortificada de Forlí (por error denominada Flori en la impresión), estado pontificio en tiempos del papa Pío IV. Actualmente es una pequeña y pintoresca ciudad italiana en la región de la Emilia-Romaña. 

                                              

El riesgo de morir joven en Forlí era muy alto por las epidemias, en especial por la malaria. Salumbrino perdió a su madre a temprana edad. De su padre se dice poco. Fue un hombre devoto, cercano a la Compañía de Jesús. Es posible que haya servido a los jesuitas en algún oficio. Sus labores le permitieron una cercanía con la Compañía de Jesús y algunos modestos ingresos como para aspirar a que sus hijos tuvieran posibilidades de lograr un mejor porvenir mediante el estudio.

   

La hagiografía de Agustín Salumbrino consigna que su padre terminó ingresando en la Compañía al igual que uno de sus hermanos mayores. Según la narración esto habría ocurrido siguiendo a Agustín como modelo. En efecto dice: "Y fue tanto el ejemplo que dio a su padre y aun hermano mayor que tenía, que ambos dejaron el mundo y entraron en la Compañía"  

La afirmación no satisface pues el mismo texto lo contradice. El padre deseaba que su hijo siguiera estudios y fuera sacerdote, sin embargo murió poco después que Salumbrino cumpliera los diecisiete años viendo frustrado sus deseos pues el joven Salumbrino no tenía interés ni en lo uno ni en lo otro.

En el caso del padre posiblemente formó parte de la familia jesuita desempeñando algún oficio, pues no se dice que haya sido hermano coadjutor ni sacerdote. En este servicio a favor de la Compañía debió haber estado tiempo antes de su muerte.


Respecto del hermano, los Archivos de la Compañía registran un Vincenzo Salumbrino (o Solombrino) también de Forlí nacido en 1577 (Clericuzio, 2007), Si  fue hermano de Agustín no fue mayor sino trece años menor que Agustín.


Sería interesante investigar si fueron hermanos o parientes cercanos pues podría haber una tradición familiar en los oficios de la salud.

 

Vincenzo fue un sacerdote jesuita y conocido farmacéutico familiarizado con Paracelso, Croll, Quercetanus y Libavius. Fue el autor de L´Ántimonio trattato della meravigliosi virtú dell antimonio publicado en 1628. El religioso fue expulsado de la Compañía de Jesús en 1629 por vender en Turín medicamentos fabricados con antimonio (Clericuzio). 



Los paracelsistas defendían la existencia de arcanos o energías ocultos en la naturaleza que van mostrando al hombre el secreto de la cura de las enfermedades mediante el lumen naturae, luz de la naturaleza. Para ellos el mundo tiene un orden, un sentido, y misterios que se van develando gracias a la divina providencia. Al hombre le tocaba buscar la sustancia medicinal no restituir el equilibrio de los humores como pensaba la medicina tradicional. Confiados en estos principios practicaron la astrología y la alquimia. 

 

Un representante de esta corriente de pensamiento en el siglo XVII  fue el jesuita Juan Eusebio Nieremberger  autor de  Oculta filosofía de la simpatía y antipatía de las cosas, artificio de la naturaleza y noticia natural del mundo y de su conocida frase "La naturaleza es un poema que yace oculto bajo una forma secreta y maravillosa". 

Otro famoso jesuita del mismo siglo Athanasius Kircher en su Tratado sobre la Plaga fue el primero en sugerir que la peste bubónica era causada por gérmenes (semillas materiales invisibles que penetran la piel) según informa Martha Balwin. En aquella época una genial intuición de que las causas de las enfermedades provenían de reinos escondidos como el de los microbios 
no observables a simple vista.

 

Balwin revela que el prolífico Kircher se interesó de sobremanera en la alquimia y los productos farmacéuticos derivados de la misma. En su obra sobre el Mundo Subterráneo  Kircher trata extensamente sobre la química mágica, las influencias astrales sobre plantas y órganos del cuerpo humano; asimismo  contaba con un laboratorio bien equipado donde experimentaba con medicinas químicas. El sabio jesuita  trató también en varias de sus obras sobre el uso de imanes para curar enfermedades partiendo de la premisa de que todas las cosas se inclinan hacia su propio bien; siendo esta la misma fuerza magnética que atrae el alma humana hacia Dios (Joscelyn Godwin) . Dios vendría a ser el Gran Médico y sus asistentes los demás seres, incluida la energía que contienen las piedras.  

 

Los paracelsistas descreían que todas las fiebres tuvieran su origen en un desequilibrio en el calor del cuerpo como sostenía la medicina escolástica basada principalmente en el médico griego Galeno de Pérgamo del primer siglo de la era cristiana. Por tanto, no servía aplicar a todas las calenturas el mismo procedimiento para su cura. Sostenían que el remedio no vendría de la doctrina de Galeno ni de Avicena, célebre médico del Islam,  sino del que se fuera encontrando en la práctica gracias a los espíritus que se encuentran ocultos en la naturaleza.  

 


La polémica entre una y otra corriente se reavivaría en el siglo XVII con la llegada de la corteza del árbol de la quina a Europa pues se pondría en cuestión la teoría de los galenistas, vigente durante mil quinientos años, según la cual todas las fiebres se curaban de la misma manera causando frío en el cuerpo para contrarrestar el calor y restituir el equilibrio. Este procedimiento incluía sangrías, purgas, vómitos y dieta de alimentos considerados de naturaleza fría.                                               

                                                                  

                                            

 -3-

En su infancia Agustín Salumbrino debió ver desfilar en su pequeña ciudad a los laicos de la Confraternidad encargada de confortar a los condenados a muerte llamados los Flagelantes Negros, Battuti Neri, con sus hábitos y capuchas oscuros acompañando a algún infeliz al cadalso. Este recuerdo volvería a Agustín Salumbrino cuando condenado a muerte, esperaba en una torre prisión de Roma su traslado al puente cercano al castillo de San Angelo para ser ejecutado.

                                              
En algún momento de su niñez, la familia Salumbrino se trasladó al noroeste hacia Mantua y a residir en la ciudad de Milán entonces bajo gobierno español. Esto explica su cercanía con el cardenal y arzobispo de esa ciudad San Carlos Borromeo y con los jesuitas.   En una parte de la hagiografía se da a entender que la relación de Agustín Salumbrino con Carlos Borromeo es de cuando recién ingresa aquel al noviciado de San Andrés en Roma en 1588. Sin embargo Borromeo muere en 1584, por tanto la relación tuvo que ser de años antes. Es en este tiempo también, antes del ingreso al noviciado, que Salumbrino y el joven príncipe Luis Gonzaga del ducado de Mantua se conocen. Sobre el vínculo entre Borromeo y Salumbrino que confirma lo que sostenemos citamos el libro:


"Era a la sazón arzobispo de Milán S. Carlos Borromeo, muy devoto de la Compañía y que como tal frecuentaba nuestra casa; y como tenía tanta luz del cielo, conoció la que Dios daba a nuestro hermano Agustín y se aficionó a él mucho, gustando de su santa conversación y venía muchas veces a conversar con él a solas y tratar cosas de Dios el santo con el santo que cuando simbolizan en el espíritu fácilmente se eslabonan las voluntades, como les sucedió a los dos. Uniéndose en un estrecho vínculo de amistad. Y el santo arzobispo le dio una cruz de reliquias en prendas de su amor, la cual guardó el hermano Agustín toda su vida, como una preciosa reliquia recibida de mano de tal santo"
El afán por dar a sus hijos una buena educación debió pesar en la decisión del buen padre de Agustín Salumbrino para llevar a la familia a Milán. Forlí había tenido un Colegio jesuita pero su existencia fue breve y cerró por la dificultad que tenía la Compañía de Jesús de proveer profesores estables.

El padre aspiraba a que su hijo Agustín fuera sacerdote, para lo cual lo hizo seguir estudios con los jesuitas. En aquella época se entendía por tal aprender gramática en latín, humanidades y retórica, con algo de matemáticas. Además de la formación espiritual y en valores morales. Los padres hacían ingresar a sus hijos al Colegio de Milán para que fueran sacerdotes, abogados, notarios, médicos o secretarios de algún noble o municipio.

Agustín Salumbrino entró al Colegio de la Compañía de Jesús cuando la sede estaba en Brera, fundada en 1572 en terrenos y edificaciones que el arzobispo Carlos Borromeo dio a los jesuitas. Hoy se encuentran allí la Pinacoteca de Brera y el Orto Botanico di Brera en Milán. Este jardín se remonta a la época de los jesuitas y es el lugar donde Salumbrino aprendería sobre plantas medicinales. 

El Colegio era grande, tenía entonces quinientos estudiantes. El ingreso de Agustín Salumbrino a este Colegio explicaría su relación con San Carlos Borromeo y además la alegación de los jesuitas de Milán años después cuando termino sus estudios de noviciado en Roma. Para llevárselo aducían que fueron ellos los primeros en recibirlo.  

Los estudios con los jesuitas eran exigentes, cinco o seis horas al día, seis días por semana con vacaciones de una o dos semanas en el verano. Se inculcaba la competencia con concursos de composición. Se fomentaba el teatro y la música participando de eventos públicos.
   
Cuenta su biógrafo que Agustín Salumbrino no destacó mayormente en los estudios. Para desilusión de su padre tampoco mostró interés en ser sacerdote. Debió ser un niño agradable aunque inquieto y curioso. Es posible que lo atrajera más las cosas del mundo que las del intelecto o las celestiales.

A los 17 años, a la muerte de su padre, el joven Agustín Salumbrino se sintió libre, abandonó los estudios y entró al servicio del conde Alejandro Aurelio Mansel, un noble romano muy poderoso y rico.
                                              

Colegio de San Pablo Compañía de Jesús Lima- Iglesia de San Pedro Lima



Dibujo a mano de 1699, en el Archivo General de la Nación del Perú, en que se muestra el Colegio de San Pablo de la Compañía de Jesús en Lima, elaborado con motivo de la reparación de las cañerías de agua. Los jesuitas llegaron a esta ciudad, capital del Virreinato del Perú en 1568.




Bibliografía del Capítulo 1

Este Capítulo 1 como todos los restantes tiene como principal fuente la hagiografía del hermano Agustín Salumbrino que atribuimos, sin certeza, al sacerdote jesuita Antonio Vázquez (1578-1670). El libro fue publicado en Madrid en 1666 por el jesuita Alonso de Andrade en el tomo V de Varones Ilustres en Santidad y Celo de las Almas.  
El padre Vázquez vivió con el hermano Salumbrino en el Colegio de San Pablo de la Compañía de Jesús en Lima (actual parroquia de San Pedro) desde 1604 en que  llega de Roma a la ciudad y hasta su muerte en 1642. Siendo Antonio Vázquez rector del Colegio le correspondió escribir la Carta de edificación sobre la vida de Agustín Salumbrino y años después siendo Provincial del Perú, entre 1653 y 1656, posiblemente sea él quien envía a España la hagiografía.   
Antonio Vazquez conoció a Agustín Salumbrino durante treinta y ocho años. Esto explica la detallada información que da sobre su vida.

Las fuentes complementarias a la que hemos recurrido en este Capítulo 1 son:

-GUISEPPE ANTONIO PATRIGNANI, Menologio di pie memorie dálcuni religiosi della Compagnia di Gessu, Venecia, 1730 

-COMPAÑÍA DE JESÚS, Traslado del Menologio de Varones Ilustres de la Compañía de Jesús, Madrid 1729

-FRANCISCO XAVIER FLUVIA, Vida de S. Ignacio de Loyola, Barcelona 1753.

-JUAN ANTONIO DE OVIEDO, Elogios de muchos hermanos coadjutores de la Compañía de Jesús, que en las cuatro partes del mundo han florecido con grandes créditos de santidad, México 1755

-JOSÉ CELESTINO MUTIS, El Arcano de la Quina, Madrid 1828

-AUGUSTIN BALLY, The Woodstock Letters, Traditions of Bally, 1837


-ELESBAN DE GUILHERMY, Menologe de la Compagnie de Jesús: assistence d´Italie, Paris, 1894 

-PIER DESIDERIO PASOLINI y PAUL SYLVESTER, Catherine Sforza, Nueva York, 1898


-PAUL F.GRENDLER, Schooling in Renaissance Italy, Baltimore, 1989

-JOSÉ EUGENIO DE URIARTE, Catálogo Razonado de Obras Anónimas y Seudónimas de Autores de la Compañía de Jesús, Madrid, 1904  

-GREGORIO MARTINEZ MORÁN, Grandes de Enfermería Agustín Salumbrino, Revista Hygia, Sevilla 1992

-EDUARDO ESTRELLA, Ciencia ilustrada y saber popular en el conocimiento de la quina en el siglo XVIII, Lima, 1995

-VIRGILIO FREDDY CABANILLAS D, El Bestiario del Averno: Sobre Animales y Demonios, 1998, UNMSM, Fondo Editorial 

-FABIO LOMBARDI, Storia di Forli, Cesena, 2001

-LEOPOLD VON RANKE, Historia de los Papas en la Época Moderna, México D.F.2001

-CARL G. JUNG, Paracélsica, Barcelona 2003

-PAULA FINDLEN, Athanasius Kircher, The Last Man Who Knew Everything, Nueva York, 2004

-MARTHA BALDWIN, Reverie in Time of Plague, Athanasius Kircher and the Plague Epidemic of 1656,Nueva York, 2004.  

-ANTONIO CLERICUZIO, Chemical Medicine and Paracelsianism in Italy 1550-1650, en The Practice of Reform in Health and Science 1500-2000 de Scott Mandelbrote y otros, 2007

-JOSCELYN GODWIN, Athanasius Kircher´s Theatre of the World, Tle Life and Work of the Last Man to Search for Universal Knowledge, China, 2009

-RENÉ MILLAR CARVACHO, Narrativas Hagiográficas y Representaciones Demonológicas, el Demonio en los claustros del Perú Virreinal, Siglo XVII, 2011   

-STEPHEN M. HART, Santa Rosa de Lima, la evolución de una santa, Lima y Edición crítica del Proceso Apostólico de Santa Rosa de Lima, Lima, Perú.    
        
-COMPAÑÍA DE JESÚS, Labor Social de la Compañía de Jesús en Cusco y La Ruta del Barroco Andino (fotografía del cuadro de San Ignacio curando a los enfermos)















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